lunes, 6 de diciembre de 2010

Nunca quise ser un modelo a seguir. Tampoco he pretendido serlo. Pienso lo que pienso y lo transformo en palabras. Soy lo que digo y ya está. Pero no por ello quiero que la gente sea como yo. Es agobiante que alguien, pretendiendo ser como tú, acabe por portarse como tú. Cada persona tiene sus momentos malos y sus momentos buenos, y no porque la vida de otro parezca tener más momentos felices que la de otro, esto no tiene por qué ser así.

Todas las vidas tienen el mismo número de lágrimas en un principio que, aunque no se muestren, puede que el corazón las sufra por dentro, y estas lágrimas internas son iguales a cualquiera que se deje al aire. A partir de ahí, todo dependerá del punto de vista con el que veas las cosas. Si lo tratas desde el punto de vista pesimista, todo va a estar mal, y el número de lágrimas aumentará. Este, la verdad, es el camino más fácil, pero llega al punto de resultar asfixiante, ¿qué ganas con eso? Tan solo atraerás más disgustos. Pero si tratas de esforzarte para sacar todo adelante, conseguirás lo que quieras, y si te tropiezas, te levantas, te limpias y sigues caminando. ¿De qué te sirve quedarte en el suelo y llorar? Tarde o temprano, te acabarás levantando y te darás cuenta que, lo único que has conseguido con ello, ha sido malgastar tu tiempo.

La única manera de evitar esto, es sonreír, sonríes y piensas "¡Menuda tontería!" y ya está.

¿De qué te sirve cambiar de camino y saltar el bache cuando el de delante ha saltado? Digo lo que pienso, y pienso que sería frustrante tener que pararme a esperar, cuando el de delante se para, como si el semáforo estuviese verde, y tú te negases a adelantar por el carril de al lado.

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